miércoles, 15 de octubre de 2014

TRIGUEIRINHO - La importancia del autocontrol en las epidemias y en otras situaciones de riesgo



TRIGUEIRINHO - La importancia del autocontrol en las epidemias y en otras situaciones de riesgo

(Extracto de la audio-conferencia, desde el minuto 11:11 hasta el min. 22:52)

Una persona está impresionada con las diferentes epidemias que están en circulación y pregunta: “¿Cómo debemos proceder en un momento como éste, más allá de las precauciones básicas que las personas suelen tomar? ¿Qué puede ayudar en esta situación?”

Una epidemia está siempre dentro de un karma colectivo, por lo tanto es una situación kármica colectiva en aquella región. Ese karma colectivo es real, no podemos dejar de vivirlo junto con todos, pero existen algunos procesos individuales que tornan inmune a un individuo dentro de la epidemia. Él puede estar involucrado con una región y con personas que pasan por la epidemia porque su karma es estar allí, pero dentro de su proceso individual puede estar allí sin que le suceda nada.

Una epidemia puede suceder porque aquellos cuerpos están totalmente a merced de su propia ignorancia, no hubo un despertar en la conciencia de los cuerpos, en la conciencia de las células por lo tanto se entra en la epidemia, o sea, no había despertado todo aquello que era la Fuerza, todo aquello que era la Luz, todo aquello que era el Poder del cuerpo para reaccionar, para defenderse.

Una epidemia entonces es algo que acontece donde los cuerpos están totalmente a merced de su materia más ciega, lo que se llama “ignorancia en la materia” y los cuerpos permanecen en ese estado, pasivos delante de algo colectivo sin poder defenderse, sin poder salir de allí, porque están muy condicionados por hábitos, por costumbres, y por un tratamiento que no es el adecuado para ellos.

Esto significa que si un cuerpo físico no estuviera condicionado por un hábito, por una costumbre, por una idea nuestra contraria a su naturaleza, este cuerpo claro que podría enfermarse por karma, pero no porque haya una epidemia, este cuerpo no estaría incluido en esa situación colectiva. Si este cuerpo está despierto, si estas células están despiertas, si la conciencia del cuerpo está bien activa, si el cuerpo está habituado a seguir su conciencia, esta conciencia del cuerpo puede negarse a entrar en la epidemia. Esto puede suceder si no sometemos al cuerpo a hábitos fijos, si contemplamos sus necesidades, le damos lo que está pidiendo y lo dejamos vivir como él quiere, sin embargo es muy difícil porque uno está siempre interfiriendo con el cuerpo físico.

De manera que, descontada la parte kármica y considerando sólo la parte incidental, circunstancial, el cuerpo mismo se puede negar a entrar en la epidemia, y esto es válido no sólo para una epidemia sino para cualquier situación física en la cual las personas estén envueltas.

Claro que todo esto, además de precisar de un cuerpo consciente de lo que él debe hacer y de lo que quiere, también necesita de la colaboración del Alma. Por ejemplo, sabemos de muchos accidentes de automóvil, de aviación, sabemos de varios tipos de accidentes en los cuales uno sufre el accidente y otros son expulsados del vehículo. Puede ser que no se trate solamente de una acción del Alma, sino que puede haber habido una colaboración directa del cuerpo, una negación del cuerpo de pasar por aquel accidente, él mismo se proyecta fuera del área que está en conflicto.

Estas cosas suceden cuando las células que componen el cuerpo ya siguen el despertar y el desenvolvimiento de la conciencia del cuerpo, pero es necesario que aún esté muy atento para no imponerle al cuerpo ciertos hábitos, ya que nos resulta muy fácil crear hábitos y no ver lo que el cuerpo necesita en cada momento.

Por ejemplo, hay personas que crean el hábito de bañarse con agua caliente, otras crean el hábito de bañarse con agua fría, otras crean el hábito de bañarse con agua tibia, pero antes del baño nadie se pregunta cómo debe ser el baño, o qué es lo que el cuerpo está queriendo en aquel momento: ¿será una ducha caliente? ¿será una ducha fría?, ¿será una ducha tibia? Este es un ejemplo usual.

Y así es todo lo que hacemos con el cuerpo, nunca le preguntamos lo que está queriendo, le imponemos una forma de hacer una determinada cosa y sin embargo eso podría variar, dependiendo de lo que el cuerpo dice en cada momento y de cómo el ambiente está actuando sobre el cuerpo.

Por lo tanto, si el karma lo permite, podemos estar en una epidemia sin ser infectados. El despertar de esta conciencia que puede llevar al cuerpo a hacer, a tener experiencias y a pasar por cosas completamente inéditas, no está condicionado a aquello que denominamos “textura del cuerpo”, “energía del cuerpo”, es algo desconocido que surge en el cuerpo independientemente de sus características. Podemos decir que cuando esto despierta, cuando liberamos a nuestro cuerpo de hábitos, de costumbres, de imposiciones, es imprevisible lo que el cuerpo puede demostrar o manifestar.

Todo el trabajo que podamos hacer en este sentido; eliminar los hábitos, renunciar a las costumbres, no someter al cuerpo a una situación que él no quiere, incluso cuando está dando señales… todo ese trabajo que hacemos en esta dirección, un trabajo disciplinado, comprensivo, inteligente, va construyendo la energía favorable para que el cuerpo cambie de actitud de reacción, pero todo este largo y delicado trabajo en este sentido puede ser destruido por la irritabilidad.

Por eso, antes de comenzar a hacer esos trabajos en el mundo físico, en nuestra parte material, principalmente este trabajo con las células físicas para que pueda manifestar lo que necesita, antes de eso, la irritabilidad ya debe estar trabajada. No es que la irritabilidad actúe más que este trabajo, no es que pueda suplantar en el cuerpo ese trabajo hecho cuidadosamente, sino que la irritabilidad dispersa, destruye, toda la energía sutil que el Alma está mandando, todo lo que el Alma está enviando. Por lo tanto, si usted se irrita, toda la energía positiva de ese proceso se disuelve, es como si usted no hubiese hecho ningún esfuerzo.

Además, otras cosas que también dispersan o anulan ese trabajo con nuestra material física, con nuestras células físicas son; el miedo, la duda, y lo que llamamos “auto-piedad”, la pena de sí mismo, lamentarse, tomar aquella actitud de “pobre de mí”. Todo esto destruye el trabajo que es positivo, trabajo de Rayos bien definidos sobre esta materia del cuerpo. Por eso, si usted hace todo esto, pero tiene miedo en una epidemia o tiene recelo de contraerla, esto destruye, dispersa, todo el trabajo que usted está haciendo, el miedo o la duda: “¿será que voy a enfermarme?” “¿será que voy a tener un accidente?” Esta duda, esta pregunta, disuelve todo ese trabajo que es muy sutil, interrumpe ese flujo.

Algo que favorece mucho y que da mucha fuerza para que ese trabajo se instale, es ser abnegados, o sea, saber que estamos renunciando a nuestra propia voluntad. En este caso, para hacer la voluntad de nuestro cuerpo, pero no sólo en esa forma tan limitada entre nosotros y nuestro cuerpo, sino que esta abnegación tendría que ser extensiva a otras cosas; hacer las cosas en beneficio de los demás y no sólo en beneficio propio, ser altruista, por ejemplo. Todo esto va trabajando, moldeando esta materia porque es densa, son células físicas, es el grado más denso de la materia. Esta abnegación, esta renuncia, esta abstención de satisfacer la propia voluntad, este desprendimiento, es la actitud que deberíamos tener siempre presente, más allá de no alimentar el miedo, la duda, y de no lamentarse. La auto-piedad constante anula todas las defensas del cuerpo, el cuerpo queda cada vez más expuesto a lo que es colectivo, deja de reaccionar, deja de cambiar, y entra en la situación colectiva. 


"Acontecimientos individuales o colectivos producidos por la ley del karma y el despertar de la consciencia del cuerpo físico".